"Quien descuida la contemplación se priva de la visión de la luz de Dios; quien se deja llevar de modo indiscreto de las preocupaciones y permite que sus pensamientos se vean arrollados por el tumulto de las cosas del mundo, se condena a la imposibilidad absoluta de penetrar en los secretos del Dios invisible".
El gozo del Evangelio es, ante todo, una misión contemplativa.
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